Aún estamos con el regusto de la visita de los dos grupos de scout que han venido desde Madrid y Barcelona para disfrutar de una semana hermosa y divertida, diferente, llena de anécdotas y retos compartidos. La visión de servicio de los scouts ha hecho que la casa sufriera muchos cambios y que el espíritu de grupo se hiciera aún más patente. Los aportes, el trabajo, el servicio para la pequeña comunidad y los gestos continuos han sido la nota clave de esta hermosa semana pasada. Ya los echamos de menos, como también a las familias hermosas y sus hijos que han pasado por aquí y a todos los que habéis compartido con vuestras risas y anécdotas experiencias únicas. Gracias de corazón por vuestra infinita generosidad y amor.
Hoy de nuevo han vuelto los reyes magos Begoña y Javier al Couso con nuevos presentes para ir completando la construcción de la casa grande. Esta vez venían con cuatro puertas para los lavabos nuevos, que hasta ahora, se accedía a su intimidad desde una tímida cortina improvisada. A partir de mañana, por fin podremos hacer nuestras cosas de forma cómoda y sosegada. Estos magos del oriente asturiano han venido ya doce veces y siempre con las arcas llenas de presentes. El saber que están ahí, como tantos otros de vosotros que nos apoyáis incondicionalmente de forma silenciosa y siempre con todo el cariño del mundo, es, sinceramente, un gran alivio interior. El marco de referencia, o al menos de nuestra referencia siempre fue precisamente ese: apostar por construir entre todos una casa que fuera, además, una casa de todos.
Hoy lo expresaba fielmente nuestro querido Antonio, que por fin ha vuelto de su periplo asiático: “volver aquí es como volver a casa”. La sensación de hogar compartido, de volver a un sitio donde siempre alguien te recibe con un abrazo o una sonrisa, es algo que te alivia por dentro. El que Antonio y viejos conocidos como la familia Mey o Luis el Polaco hayan pasado estos días por aquí nos ha llenado de esa sensación de familia extensa. Especialmente en un mundo tan cambiante como este, donde es tan fácil últimamente quedarte sin casa y sin hogar, sin familia y sin nada. Esa sensación de pérdida, al menos de pérdida material, siempre viene asociada a una pérdida de identidad, una pérdida psicológica que te marca para siempre. Sus efectos son demoledores para una mente débil. Por eso esa destrucción civil, material, nos sirve, si sobrevivimos a ella con cierta dignidad, volver a cambiar los parámetros de nuestra vida.
Esto puede ocurrir cuando perdemos algo material, o cuando perdemos la salud. Son cosas que nos obligan a replantearnos totalmente la existencia. Cuando careces de salud y de ánimo todo lo demás deja de tener sentido. De ahí la necesidad interior de hacer algo más en nuestra vida. Nos referimos a algo más que pensar en las vacaciones, en el trabajo y en los nuestros. Al haberlo perdido todo, nos sentimos con esa obligación moral de ayudar a los que también han pasado por ese trance o están pasando por el mismo para recuperar, al menos psicológicamente, la sensación de familia, de hogar.
Materialmente aún es poco lo que podemos dar más allá de un plato de comida o una cama, pero al crear el espacio y el tiempo desde una perspectiva diferente, podemos ofrecer que la gente se conozca, y lo más importante, se reconozca. Por eso es hermoso escuchar en los círculos de consciencia, cuando eres un recién llegado, eso de que se sienten desde el primer día como en casa. Ese es nuestro deseo, esa es nuestra meta. Crear los lazos de fraternidad humana que se han perdido en el camino hacia el progreso. Recrear de nuevo el sentido de humanidad entre iguales y diferentes, entre altos y bajos, ricos y pobres, para así, poco a poco, ir construyendo un mundo nuevo, más amoroso y fiel a lo que la vida quiso algún día de nosotros. Esperamos desde este pequeño espacio cumplir con nuestra parte en ese hermoso plan de la vida: la fraternidad humana, el amor incondicional, el respeto y el cariño hacia el diferente.