Hay personas que viven en una constante huida. Aquí en los bosques es frecuente encontrarnos con gente que vive en un sumidero de conflictos, de malestar o de quiebra interior que intenta buscar un punto de luz, una salida loable a todo ese laberinto incómodo. La complejidad de cada carácter, observamos que tiene mucho que ver con la manera de construir la realidad, pero sobre todo, con la forma de interpretarla. Un mismo fenómeno, un mismo hecho, puede ser entendido como algo incómodo o como algo que no nos molesta dependiendo del sujeto observador. Si la estructura interior está proyectada desde la rabia o el dolor, todo lo que veamos ahí fuera nos va a incomodar. Si por dentro estamos bien, todo lo de fuera está bien. Nadie nos molesta, nadie nos incomoda, ni siquiera nuestro jefe o nuestro trabajo. Además, si estamos bien, tenemos la capacidad y la autoridad suficiente para cambiar las circunstancias.
Lo mismo ocurre con las proyecciones. Vemos como mucha gente se acerca a este lugar proyectando una especie de paraíso utópico cargado de un vergel semiótico liberador. El escenario dibujado realmente podría ser así, pero si interiormente albergamos un infierno, todo lo que veamos fuera será igualmente infernal.
El otro día alguien me preguntaba extrañada si era feliz viviendo en una caravana, pasando frío y sin ningún tipo de comodidad. La respuesta me pareció sencilla. Si por dentro estás bien, las circunstancias ajenas no deberían dañarme, ni tan siquiera preocuparme. Cuando interiormente tienes la fortaleza suficiente para afrontar cualquier circunstancia, lo que importa de ese instante o momento de tu vida es la visión conjunta de la existencia. Realmente no estoy viviendo en una caravana donde paso frío, estoy construyendo un bonito y profundo sentido a mi vida. Esa segunda visión arrastra por completo a la primera. La idea de construir un proyecto vital tiene más fuerza que la sola idea de estar en una caravana pasando frío. Por eso el frío queda como algo anecdótico ante el acontecimiento de sentirme partícipe de algo mayor, de algo más grande y generoso.
Esa visión de conjunto es importante para adentrarnos en la idea del desencanto. Muchas veces vivimos tristes o amargados porque hemos perdido el rumbo de nuestras vidas. Vemos como si nada tuviera sentido y como si el morir pudiera ser no tan solo una solución, sino la salida natural a ese estado anímico. Las situaciones de pérdida suelen ayudar a construir en nosotros un estado de rabia, de tristeza o de amargura interior que no nos deja ver el conjunto de nuestra existencia. De ahí que debamos acudir a algún tipo de fórmula para reencantar nuestras vidas, para sabernos útiles y valiosos, para sentir que merece la pena seguir adelante. La visión de conjunto, el estirar nuestra mirada más allá de nuestro infortunio presente, siempre será imprescindible para acometer el reencanto.
Vivir desencantados es morir antes de morir. Por eso debemos buscar un profundo sentido a nuestras vidas que sirva de motor verdadero, de combustible para seguir. Cualquier pequeño objetivo, por simple que parezca, nos servirá de impulso para seguir adelante. Cambiar de trabajo, de pareja, de vida, de lugar, de proyectos, pero sobre todo, cambiar la perspectiva, la visión, los pensamientos, las emociones, los ritmos, los hábitos, los acuerdos inconscientes a los que hemos llegado con nosotros mismos para sobrevivir psicológica y emocionalmente a situaciones pasadas que ya no nos corresponden. Debemos aprender a enterrar todo aquello que nos obstaculiza, que nos oprime, y situarlo en su debido lugar. También debemos aprender que si no cambiamos nuestro escenario interior no importa lo que hagamos exteriormente. La misma película nos seguirá allá donde vayamos.
La vida despierta todos los días con un nuevo amanecer. Esa es la señal del cambio, de la oportunidad. Es el momento para girar rumbo a un nuevo lugar donde posicionar nuestra poderosa visión. Es el momento para despertar a nuestro héroe interior y caminar hacia la aventura de la vida. Respirando silenciosamente y explorando nuestro interior. Ese es el primer paso. Todo lo demás solo son escenarios que proyectamos desde nuestros condicionantes.