Creando Comunidad

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Cuando hablamos de comunidad abierta tenemos que tener cuidado con nuestras propias creencias, nuestros “maestros”, “guías” o “dioses”. Si ponemos citas de unos y de otros excluimos a unos y otros, si nos inclinamos por aquel o el de más allá, de alguna forma estamos despreciando, por omisión, al resto.

Hay muchas formas de hablar de lo transcendente sin mencionar lo transcendente. En el noble silencio a veces se escuchan mejor los sonidos del alma.

Debemos cuidar esos detalles para que todo sea lo más abierto posible. Si una persona es masón, cristiano o judío, ¿debemos dotar de símbolos masónicos, cristianos o judíos la comunidad? Si alguien cree en los maestros ascendidos, ¿debemos mencionar a unos y otros en nuestros escritos? ¿O acaso es más abierto el integrar los “valores” de esos maestros y de esas nobles instituciones que tanto nos han inspirado a lo largo de la historia sin necesidad de referencia a unos u otros?

Otra cosa es el espíritu que mueva la comunidad, con una definición concreta, pero cada uno debe hacer uso de las creencias particulares de forma silenciosa y respetuosa con el resto.

Con respecto a esto, en la web de la fundación Dharana hicimos una base de principios comunes abiertos, sin mención a creencia alguna, inspirados en parte en el modelo de Findhorn y de comunidades que tienen unos principios de acogida parecidos (los adjunto al final de este escrito para la reflexión).

Con respecto a la acogida, hemos reflexionado profundamente sobre los varios modelos económicos a seguir. Aún así, supongo que esto serán temas a debatir en comunidad. En una sociedad responsable y madura el precio o el valor de las cosas deberán ser tratados de forma diferente. ¿Qué modelo de comunidad queremos seguir en este aspecto, aquellas que cobran la voluntad o un modelo donde se cobren cuotas por todo cuanto hagamos o un modelo de bancos del tiempo, etc…? En un sentido profundo, no queremos renunciar a nuestro principal lema: “deja lo que puedas y coge lo que necesites”, implicando con ello a la responsabilidad de cada individuo particular según su conciencia e implicación en su vida.

Una comunidad no se gesta en un edificio o en una casa o en un lugar. Esto ya lo hemos dicho en muchas ocasiones. Juntar voluntades es mirar juntos a un horizonte y luego, con unas bases sólidas, buscar el sitio ideal para consolidarlas. El lugar tan sólo es un marco de referencia. Hay que tener esto muy en cuenta a la hora de crear comunidad. No es el edificio o el reparto de las habitaciones lo que creará un sentido comunitario. Pero sí es importante discutir en comunidad el modelo que sería ideal como marco de referencia. ¿Hay que comprar un chollo inmobiliario, una ruina, un suelo, una aldea abandonada? Son aspectos que requieren una importante reflexión. Otra cosa es que se quieran liderar proyectos individuales acogiéndose al modelo de comunidad. En ese sentido la figura del líder es importante, pero hablamos de un tipo de comunidad basada en el poder carismático de una o dos personas. Lo importante en las comunidades futuras será el grupo, y no el líder, y es el grupo en su conjunto y madurez el que debe tomar en su conjunto las decisiones más importantes. De no ser así caemos en el peligro de crear modelos autoritarios, basados en el poder carismático o en sectarismos propios de épocas pasadas.

 

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