¿Derrota o victoria?

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El otro día hacíamos una memoria para ver en qué lugar nos encontrábamos, cuales iban a ser las necesidades futuras y cómo íbamos a alcanzar el punto de equilibrio en el proyecto. Nunca se nos ha dado muy bien eso de hacer números. Nos atenemos a ese principio oculto de no comercializar con las cosas del espíritu, y hacer lo posible por su difusión, pero admitimos que cierta sensación de derrota chocó frontalmente con la realidad.

En la memoria comprobamos que en estos últimos años hemos hecho una inversión de al menos trescientos mil euros, si contamos en esa cifra no sólo la compra de la finca y los costes de construcción realizados hasta el momento, sino también otros gastos como alimentación. Haciendo números, resultaba agotador pensar que aún nos quedan al menos unos doscientos mil euros, tirando a la baja, para completar el proyecto y que éste empiece a ser auto sostenible llegando al ansiado punto de equilibrio.

Las personas que nos rodean no paran de decirnos que no nos rindamos, que aguantemos, que saquemos fuerzas de donde sea con tal de seguir inspirando. Rendirse o no hacerlo tiene mucho que ver con la fortaleza interior. Seguramente, una composición frágil interior hace que tiremos la toalla a la primera de cambio cuando la presión de las circunstancias provoca una prudente retirada. La resistencia en las batallas de la vida tiene mucho que ver con la fuerza a la que uno se enfrenta. De alguna forma podemos entender a esas personas que son sometidas constantemente a pruebas humanas de cualquier tipo y soportan con valentía las mismas. Por eso nos empeñamos en meditar, meditar, meditar, como ejercicio práctico para dotarnos de fuerza interior como personas y como grupo. Los rituales también nos fortalecen, y las canciones, y la alegría ante la adversidad cotidiana.

A veces el ánimo te juega malas pasadas. Especialmente cuando todo se junta en una sólida circunstancia aparentemente difícil de derrumbar. Siempre está ahí esa sensación tan humana de estar remando contra corriente cuando las fuerzas empiezan a enviarte hasta el fondo, hasta la oscuridad, hasta la desesperación. Cuando estos días salían por fin los primeros rayos de sol nos felicitábamos unos a otros por haber resistido valientes las crudezas de este largo invierno. Algo habíamos logrado y una sonrisa cómplice se apoderó de nosotros. Había llegado por fin la primavera y seguíamos ahí, erguidos, dignos, alegres.

En este punto circunstancial podríamos ver el proyecto como una derrota, pero también como una victoria. Es evidente que es el tiempo el que juzgará todo lo que hacemos, especialmente el cómo lo hacemos.

Cuando decidimos no pedir ningún crédito a los bancos para no hipotecar el futuro del proyecto y con eso dejar libertad absoluta al principio de no comercializar con las cosas del espíritu, asumimos una apuesta arriesgada. La carga de esa apuesta la soportamos unos pocos, evidenciando la generosidad de unos y de otros para que a largo plazo pudiéramos seguir sirviendo sin una contraprestación dineraria. Es decir, queríamos que las personas pusieran el foco de atención en los valores y principios del proyecto, y no en si ha costado veinte o treinta euros al día el comer y dormir.

Esto es una paradoja en sí misma. Porque es cierto que hasta el día de hoy la experiencia podría hacernos pensar que se ha convertido en una derrota material, pero al mismo tiempo, interiormente, sentimos cierta victoria. Hemos vencido al tiempo, hemos vencido a las terribles circunstancias, hemos vencido al qué dirán, hemos vencido a la indigencia de no tener nada y a la miseria de vernos sin saber qué cocinar día sí y día no. Pero sobre todo hemos vencido al miedo de vernos como los pájaros del campo, sin saber qué nos deparará el día. Y nos acordamos de aquellos proverbios en los que se dice que las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, la vida las alimenta, o miramos con atención esos lirios del campo cómo crecen. Ellos no trabajan ni hilan pero ni aun Salomón, con toda su gloria, fue vestido como uno de ellos. Sí, hemos vencido ese miedo, y por eso seguimos adelante…

(Foto: Daniela esta mañana trabajando en la que será su mini-cabaña de seis metros cuadrados, una solución intermedia para seguir creando espacios privados que nos doten de calor y fuerza).

1 Comment

  1. Con mis mejores deseos: que la fuerza os acompañe, sentiros muy bien, sois un referente muy grande,deseo lo mejor para vuestras vidas.Besazos equipo.

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