“Lo que más nos ayuda a ser verdaderos contemplativos es el relacionarnos con otras personas y aprender a perdernos en la comprensión de sus debilidades y deficiencias, siendo este el mejor medio para librarnos de nuestro egoísmo, que es el único obstáculo para la luz y la acción del Espíritu. A través de la paciencia y la humildad en el amor a otras personas, comprendiendo con benevolencia sus necesidades y exigencias menos razonables, es como se realiza la obra de purificación en nosotros. Las personas perfectas cada vez son menos conscientes de sí mismas y dejan de percatarse de que hacen cosas; poco a poco Dios empieza a hacer en ellas y por ellas”. (Thomas Merton en su obra “Semillas de Contemplación”)
Esta es una prueba diaria aquí en el Couso. El tener las puertas abiertas, y nunca mejor dicho, nos pone a prueba con personas de todo tipo y clase. Nos gustaría ser completamente amorosos, pero es cierto que a veces ese amor incondicional resulta complejo. Siempre hay alguien que por uno u otro motivo nos puede poner a prueba. De ahí que este lugar sea una universidad constante y plena, de aprendizaje, de templanza, un espacio donde moldear en nosotros un carácter diferente, más humano y compasivo. Hoy lo hablábamos en la cocina. Poníamos el ejemplo de unos visitantes que llegaron hace unos días y juzgaron con su mirada una situación concreta. Nos damos cuenta de que el juicio está ahí, esperando su momento, esperando su oportunidad para diferenciar, para dividir, para hacernos sentir más poderosos, más grandes, diferentes ante el débil. No nos damos cuenta pero el juicio y la crítica nos asaltan a cada momento cuando esperamos del otro comportamientos que luego no se ajustan a nuestros deseos, sin saber exactamente la batalla que cada uno está librando en su interior. Siempre esa paja en el ojo ajeno. Siempre ese reflejo en el otro de nuestros puntos más débiles y oscuros.
Cada mañana deseamos que todo el mundo sea puntual en las meditaciones, en los desayunos, en los círculos de consciencia. Y luego esperamos además que todo el mundo sea trabajador, tenga consciencia de lo que hace y sepa aportar cosas al proyecto de forma solidaria y cooperativa. De vez en cuando eso no es así, y cuando algo no se adapta a lo que creemos que debería ser correcto, nace el juicio y la desconfianza. Quizás sólo sea una persona la que distorsiona el buen ritmo de lo que el grupo en general cree como correcto, pero esa sola persona es capaz de distorsionar a todo el mundo. Y no es la persona en sí, sino la mirada crítica, egoísta y enjuiciosa que tenemos hacia el otro, lo que hace que el grupo se desestabilice.