El reto de acoger grupos

Hace unos días estuvo con nosotros un grupo de casi cincuenta personas que vinieron desde A Coruña de la mano de nuestro querido Vicente para pasar un día diferente entre nosotros. Normalmente en verano estamos acostumbrados a acoger a mucha gente, grupos de personas individuales que suelen oscilar entre los veinte y treinta personas. Pero este día íbamos a ser casi el doble, los casi cincuenta que venían más la docena que ya estábamos aquí. Casi sesenta personas en un día que además, amenazaba lluvia.

Debido a esa amenaza del tiempo tuvimos que buscar alternativas para poder buscar refugio, en caso de que lloviera, a todo el mundo. Gracias a la idea e iniciativa de Begoña y Javier, que vinieron desde Asturias para ayudarnos, construimos un avance en el antiguo salón de la casa. El temor a que el cemento y las maderas no fraguaran a tiempo planeaba sobre nosotros. Si llovía teníamos que comer todos en el salón.

El día anterior había caído un diluvio y la previsión para el gran día era de lluvia. Desde muy temprano, los voluntarios nos levantamos para preparar todo. El comedor ya estaba listo y confiábamos que resistiría el peso de todos nosotros. Buscamos mesas por todas partes, incluso alguna que tuvo que ser secuestrada de las cabañas para poder acomodar a todo el mundo. Hicimos una gran compra de comida para preparar todo y cocinamos durante casi dos días para que estuviera a punto.

El autobús llegó puntual con todos los comensales. Como éramos mucha gente, dividimos el grupo en tres. Hicimos una acogida amplia explicando todo el proyecto. Mientras un grupo enseñaba la casa del siglo XVI, explicando sus pormenores en esta valiente restauración, otro grupo enseñaba la huerta ecológica o la construcción de las cabañas que albergan a los voluntarios. Tras la acogida, hicimos un pequeño descanso y poco a poco, nos fuimos al ahora gran salón que nos esperaba ya con todo lo necesario para la comida. A pesar de que por la mañana no llovió, preferimos comer dentro por si el tiempo cambiara. Hicimos un gran círculo de consciencia y pudimos agradecer los alimentos todos cogidos de la mano, aumentando con ello el sentido humano de la fraternidad.

Tras la comida, nos fuimos al jardín para realizar un gran círculo de sabiduría, cuyo tema principal rondaría en como hacer un mundo bueno y mejor. Los comensales parecían felices y satisfechos. Explicamos el esfuerzo que hacíamos en la rehabilitación del edificio y dejaron un generoso donativo que nos ayudó a complementar la compra de maderas para el tejado. Los voluntarios, agradecimos, nos abrazamos de júbilo al ver que todo había salido bien y no hubo ningún incidente.

Para nosotros fue un reto importante, y también el inicio para poder invitar abiertamente, tras la experiencia, a la visita continua de grupos que deseen compartir un día diferente en un entorno privilegiado. Así que gracias querido Vicente por la iniciativa y el valor y la generosidad infinita demostrada con esta acción y quedamos a la espera de que muchos otros grupos vengan para llenarse de fraternidad e inspiración. Gracias a todos los partícipes y voluntarios por hacerlo posible y por mostrar infinita generosidad a la hora de compartir un día diferente en un entorno único y privilegiado. Gracias de corazón a todos y sigamos haciendo de un mundo bueno, un mundo mejor.

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