Esta última semana de experiencia está siendo totalmente impresionante. Se ha cargado de luz, de luminiscencia, de vida propia, diríamos que de amor. Es como si los acontecimientos que dan sentido a todo se posaran cómodamente en su lugar. Es como si hubiera algún tipo de premio a todo aquello por lo que hemos creído y luchado en este último tiempo y la vida nos colmara con algún tipo de recompensa.
Hoy hacíamos dos círculos de sabiduría plagados de enseñanza. El primero tenía que ver con la danza, el segundo con la salud y la alimentación consciente. María, la doctora que nos ha deleitado en la segunda charla nos ha dicho algo muy importante. La correcta salud nace de las relaciones con los otros. Si tenemos una buena relación con nuestro entorno no importa lo que hagamos o comamos en nuestra vida. La salud brillará si somos capaces de conectar con nuestro ser y somos capaces de tener unas correctas relaciones con el prójimo. Es tan sencillo como eso.
Profundizando con sabiduría en todo, María iba más lejos: la vida toma sentido cuando somos útiles a los demás. Ser útiles significa estar en concordancia con nosotros mismos como primer nivel de experimentación vital, pero también con nuestra pareja, con nuestra familia, con nuestros amigos, con nuestro barrio o entorno más inmediato y con el resto de los seres sintientes. Es una escala que empieza por nosotros pero que inevitablemente se esparce por el resto de dimensiones sociales posibles.
Esto resulta muy complejo porque siempre tendemos a ver al otro como algo hostil. No ocurre lo mismo aquí en O Couso, donde vemos al otro como una oportunidad de aprendizaje, de amor, de fe y reconciliación con el ser humano. Las alegrías, los llantos y la intensidad de cada momento único e irrepetible que aquí vivimos nos hacen volar a dimensiones humanas imposibles en otros contextos. Entramos en una especie de dimensión sagrada, a una profundidad que roza lo mágico, lo profundo, lo hermoso en su más apasionada expresión.
El vigor que nos rodea nos hace entender eso mismo. No hay mayor propósito que el de servir a los demás, entregarse a una causa noble: la del ser humano. Aquí lo experimentamos todos los días y por eso cada segundo de nuestras vidas son plenos y cargados de felicidad. Respiramos y sentimos la vida que nos recorre. Por eso de cada instante, comprendemos y abrazamos su grandeza. Por eso todos los que hasta aquí llegan forman parte de un profundo acto de amor.