«El conocimiento de los antiguos egipcios, ¿no se escribió en signos místicos acaso? ¿No suelen las Escrituras hablar en parábolas? Y las más deliciosas fábulas de los poetas, fuente y manantial primero de la ciencia, ¿no se envolvieron, perplejas, en las alegorías?» (El seudo-alquimista Subtle a Mammón, en El Alquimista, de Ben Johnson).
Dicen que los antiguos magos que obedecían a las enseñanzas del zoroastrismo podían leer en los mensajes celestes los designios de la humanidad. Era costumbre absorber desde los pétalos místicos la sabiduría arcana que susurraba desde dimensiones desconocidas todo el devenir. El Astrum Mercurius de los alquimistas era ese lugar donde los más agraciados podían ver, podían asomar la visión de aquello que aparentemente parece incomprensible pero que, desde ese espejo dimensional, puede volver en orden aquello que parece caos.
Este fin de semana ha venido mucha gente a visitarnos. Algunos, asombrados, no daban crédito a tamaña ruina. ¿Cómo es posible que nos hubiéramos embarcado en semejante lío? ¿Cómo reconstruir una casa del siglo XVI en estado semiruinoso? ¿De dónde sacar las fuerzas y los recursos necesarios para hacerlo?
Resulta fácil responder a estas preguntas cuando asomas la cabeza al otro lado, cuando lees la escritura oculta de las estrellas, cuando puedes ver como a pesar de la ruina, cientos de personas vienen a visitarnos diariamente para beber de cierto néctar que, sin ser palpable en cuanto a la visión normal, se pueden sentir y acariciar con un poco de aguda sensibilidad. Plutarco lo hubiera dicho con un verso revelador: en cinco ramificada inflorescencia de fuego. Por ello no nos preocupa mucho el mundo de la apariencia, nos gusta más jugar con aquello invisible que es capaz de mover montañas, que asoma como señales luminosas advirtiendo de la bondad del camino, que crea arco iris sublimes en momentos de belleza inesperada. Señales como los de estos amigos que venían desde Cádiz recorriendo toda la península solo para estar un día y medio con nosotros. ¿Qué es eso que los mueve y conmueve a tamaño viaje?
Dicen que los ángeles no tienen el poder de mandar ofrendas imperativas, pero sí de enviarnos señales, advertencias, pequeñas guías cargadas de símbolo y belleza. Nosotros creemos, en todo este camino, haber sentido esa presencia angélica. ¿De qué modo sino nos hubieramos embarcado en esta locura? ¿Qué clase de sentido tendría el haber venido hasta tan lejos, muy cerca del Final del Mundo, dejarlo todo y meternos en una humilde caravana para trabajar silenciosamente sobre unas ruinas de más de cuatro siglos? ¿Qué fuerza es esa que nos empuja a semejante empresa? ¿Y qué cosa es esa que hace que tantos y tantos peregrinos del alma vengan a ayudarnos en dicha labor? ¿Qué cosa es esa que les conmueve para atreverse a sumarse en esta reconstrucción espiritual?
Sólo un fuego abrasador en ramificada inflorescencia, sólo un apretón sublime en el pecho flamante, solo un poderoso mandato nacido del toque de clarín de nuestra alma, solo la chispeante y lúcida centella que nos guía podía arrebatarnos de nuestras cómodas vidas para arrastrarnos hacia esta senda aparentemente caótica e inverosímil.
La montaña mística de los filósofos debía contener una profunda y misteriosa cueva interior. Es dentro de esa cueva donde se produce la verdadera alquimia, la transformación interior. No cuesta mucho creer que un día saliéramos de nuestros confortables castillos para emprender la búsqueda del Santo Grial. Y en esa búsqueda nos encontráramos con esta hermosa montaña y en ella plantáramos nuestra espada para entender la importancia y la urgencia de la transformación. Cuando miramos al cielo, eso podemos leer en sus estrellas. Y en ese doble mundo vivimos, nos movemos y tenemos nuestro Ser para servir con cariño y amor a todo aquel que quiera asomar la cabeza a estas ruinas…
(Pd.- Gracias especiales a los amigos que este fin de semana han viajado desde Cádiz hasta O Couso para estar un día y medio con nosotros. No nos conocíamos, pero al vernos es fácil reconocernos. Su testimonio son para nosotros esas piedras que van construyendo poco a poco este hermoso edificio hecho con amor y para el amor. Gracias de corazón a Begoña, May y Eduardo. Gracias también a las casi veinte personas que nos han visitado este fin de semana. Sus testimonios, su belleza y su calidad humana nos alienta).
2 Comments
Javi y Laura, nuestro corazón nos hizo volar para ese reencuentro de almas. Sólo el cielo sabe de arcoiris luminosos que unen al calor de la vida. Me siento una partícula de ese arcoiris, donde cada mano se une a la siguiente, abriendo y cerrando círculos, agradeciendo y pidiendo, pero sobre todo…amando. Gracias por vuestra acogida, por vuestro talante, por vuestra fe pero sobre todo por la fuerza que habéis inyectado en mi alma para creer que otra manera de vivir es posible y que la utopía es parte de nuestra realidad. De corazón a corazón, May.
Queridos amigos de la luz – en especial Xavi, Laura, Rosana y Manuel – vuestra calidez el pasado fin de semana fue realmente humana. Porque los maestros de luz que transitan por O Couso inundaron nuestros corazones y, en contacto con esa magia, nuestra parte más divina nos hizo más humanos. Solo tengo palabras de agradecimiento para vosotros
Que vuestro espíritu se llene de estrellas