La suma de imperfecciones crea la perfección

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Era el lema que animó al grupo en el proceso de construcción de la cúpula del domo geodésico al ver todas las imperfecciones que surgían en su construcción. Lo paradójico era ver el resultado final, con toda su belleza y esplendor, con esa arquitectura que viene de otro lugar diferente a la consciencia que impera en estos momentos. Ahora que ya está terminada la estructura, nos preguntamos como seguir, como rematarla para embellecerla y para que sea útil.

Estos han sido unos días muy agotadores. Ha pasado por la casa de acogida mucha gente, cada uno con su particularidad, con su especial sentido de la vida. Todos queremos aportar lo mejor desde esa nuestra pequeña imperfección que somos. A veces el roce de egos perjudica el diseño del ideal grupal, pero desde una visión más amplia, nos damos cuenta de que la suma de esas imperfecciones egoicas crea algo hermoso. No nos damos cuenta, no conseguimos verlo, pero el esfuerzo grupal se aproxima a una nota clave diferente a la que hasta ahora habíamos entonado.

Cuando le preguntaron al hijo de Owen qué había fallado en la construcción de aquellas comunidades utópicas que su padre intentó poner en marcha la respuesta fue tajante. Diez o doce iluminados cargados de ilusión y llenos de coraje y esfuerzo constante eran capaces de atraer ante sí a centenares de holgazanes que sólo demandaban sin aportar nada al proyecto. Esa dura respuesta hizo y hace que muchas ideas no terminen por llevarse nunca a cabo, al menos aparentemente.

A veces, con cierto desánimo y desilusión vemos como esas cosas ocurren también aquí. Tres o cuatro personas lo dan todo para que el proyecto siga adelante mientras que una docena solo aportan un acorde discordante, conflictos o problemas. Con el paso de los años nos damos cuenta de que la materia humana está hecha de esa distorsión, que no existe ni existirá nunca un estado perfecto de las cosas y que en todo trabajo grupal se ha de asumir con coraje esas disonancias. Ocurre también en el mundo empresarial. En la editorial, por ejemplo, cuatro o cinco títulos buenos sostienen cien o doscientos que no han salido adelante. Es ley de vida o es simplemente que a veces las cosas ocupan un lugar que por falta de criterio o de visión amplia desconocemos. Seguramente sin el sostén emocional o simbólico de esos cien libros no hubiera sido posible la culminación de los pequeños éxitos.

Realmente, cada nota discordante, cada imperfección humana, aporta algo al conjunto. Es como la ley de la entropía, como el segundo o tercer principio de la termodinámica. Dentro de todo caos hay un orden que impera. No podemos entenderlo del todo, pero ocurre. Dentro del caos que se ha producido especialmente esta semana, había una enseñanza, una fuerza que surgía para poder hacernos más fuertes, para llenarnos aún de mayor coraje, para afinar aún más el proyecto, sus líneas rojas, sus consecuencias futuras.

Lo fácil sería poder terminar en una crítica, en un desgaste, en ganas de abandonarlo todo para vivir una vida más cómoda o menos expuesta o más protegida o más tranquila. Hay muchos caminos fáciles donde poder anular nuestro compromiso interior. Pero el reto de la vida, y especialmente, el reto de la vida consciente, nos lleva hacia el aprendizaje continuo, hacia el verdadero valor de cosas que puede que aún se nos escapen.

La primavera ya ha explotado a nuestro alrededor. Podríamos pensar que tras esa malla de silvas, enredaderas, madreselvas, zarzas, arbustos y árboles de todas las clases hay un continuo caos y desorden. Pero vistos desde una perspectiva amplia, desde una visión compasiva, la belleza del conjunto hace que cada hoja perdida, que cada rama suelta en el camino, cobre un nuevo y profundo sentido. Quizás aparentemente todo resulte complejo, pero en la profundidad de todas las cosas hay un sentido y un orden. Los árboles más fuertes están ahí, pero quizás necesiten de los arbustos para su sostén. Ya lo decíamos en la enseñanza de la construcción del domo. La suma de las imperfecciones crea la perfección.

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