Pensar desde el corazón

 

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Tras tres días de intercambio en un entorno y paisaje profundamente hermoso en la Sierra de Aracena en el Encuentro de Invierno de la Red Ibérica de Ecoaldeas, llegamos de nuevo al refugio de la Montaña para digerir todo lo aprendido y compartido. Observamos como los impulsos que han de conducir a la utopía del futuro siguen siendo débiles y a veces incluso desordenados y ambiguos. Los nuevos pensamientos, las nuevas promesas desde el mundo de la idea enseguida caen en el guisado común de la vida ordinaria, de la realidad que conduce a los intereses de cada cual olvidando la gran promesa del trabajo hacia el bien de lo colectivo. Aún falta mucho para que alcancemos la meta de pensar desde lo colectivo.

Estamos viviendo de nuevo un periodo de pruebas donde la vida del espíritu es expulsada para contemplar otra vez la vida sombría. Nos gustaría poder afirmar con rotundidad que es fácil adueñarse del ideal y fraguar en el corazón humano la profunda convicción del amor fraterno. Pero vemos, una y otra vez, lo complejo de esa empresa. Iluminar el lado oscuro del corazón a veces resulta una tarea titánica.

Las propuestas personales son interesantes y ahondan en esa necesidad palpable de renovación espiritual y cultural, pero estamos entrando en el tiempo donde lo individual debe disolverse en lo general, en lo grupal. Sumar fuerzas y recursos para provocar cambios es lo que se necesita para poder organizar de forma efectiva toda esa energía de cambio necesario.

Para ello deberíamos hacer un trabajo profundo y pensar desde el corazón, esa llave que nos acerca primero al mundo del alma y luego, con tesón y trabajo, al amplio e infinito mundo del espíritu. Esto requiere alianzas, conjugar verbos aislados en frases que reclamen emprendimiento conjunto. En un mundo tan individualista como el nuestro, donde cada uno quiere realizar «su» propio proyecto, su propio emprendimiento, es difícil reclutar voluntades en una sola dirección, con un objetivo claro y una misión conjunta, excepto si esa misión, propósito o voluntad viene de algo mucho más grande que nuestras asperezas humanas. Pensar desde el corazón nos acercaría inevitablemente a esa visión de águila, a ese compromiso por alinear voluntades hacia esa evolución futura que nos espera como humanidad.

Pensar desde el corazón nos aproxima a la voluntad grupal, algo que aún no logramos entender pero que en los próximos siglos gobernará nuestras pequeñas voluntades humanas. La emancipación del espíritu se recrea en esa visión y por lo tanto, desea penetrar en nuestras vidas cada vez con más fuerza y presencia. Lo grupal será el escenario futuro de aquello que nos hará más fuertes ante los retos que se avecinan. Juntos, y no separados, conseguiremos expresar con mayor claridad los objetivos que como conjunto deberemos desarrollar. Esa será la próxima clave y esa será la inspiración futura.

 

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