Tras el último círculo de sabiduría que trataba sobre comunidades y la vida en comunidad, llegó un frío intenso que dejó O Couso helado. Por suerte, nuestros corazones estaban llenos de alegría y podíamos disfrutar de las veladas junto a las velas y los cantos de Taizé en la ermita. Llegó el frío y la gente empezó a marcharse poco a poco. Incluso el grupo de componentes internacional, que ya llevaba un mes entre nosotros, decidió para nuestra pena seguir caminando. Por primera vez en mucho tiempo, hoy hubo un día de calma donde sólo quedábamos tres personas en un sábado tranquilo, sin mayores sobresaltos que las demandas de los gatitos por saber dónde estaba su comida y la llamada de algunos comensales que solicitaban poder venir los próximos días.
La previsión para la próxima semana, después de un mes de julio cargado de gente bonita y grupos de hasta treinta personas, es que seamos no más de una docena. Será otra semana tranquila que servirá para reponer fuerzas y empezar a trabajar interiormente para el invierno que se presenta. Estos días otoñales nos advertía de que quizás este año el tiempo sea irregular e inestable, y por si acaso, algunos valientes que desean quedarse todo el invierno han regresado a sus casas para equiparse mejor después de estos días helados en pleno agosto. Vivir en la naturaleza, rodeados de bosques y a más de ochocientos metros de altura tiene sus cosas.
Estamos satisfechos porque han sido muchos los avances desde que en enero decidimos poner en marcha una serie de trabajos para mejorar la casa. Ya disponemos de baños, lavabos y duchas, aunque dada la poca capacidad que las placas solares tienen para soportar el termo eléctrico, estamos buscando una fórmula eficaz para que en invierno podamos disponer de agua caliente. Estos días, incluso cuando hacía frío, nos hemos estado duchando en la ducha exterior, provocando que algunos de nosotros hayamos terminado con algún que otro catarro. Aún así, estas anécdotas de pura supervivencia en los bosques no minan nuestras fuerzas. Es tanto lo que aquí aprendemos todos los días que eso es motivación suficiente para seguir adelante.
Los retos para enfrentarnos con dignidad al invierno siguen siendo los mismos. Cerrar la casa grande, que ya no parece tan ruinosa, y seguir trabajando en la construcción de más cabañas para que los voluntarios que deseen quedarse largas temporadas tengan mayor privacidad y comodidad. Es importante cuidar a los cuidadores para que puedan tener fuerzas y puedan seguir con la tarea inspiradora. Tratar a la gente con una sonrisa, con alegría y simpatía a veces resulta todo un reto si por dentro existe algún tipo de desajuste. De ahí que en estos más de tres años de experiencia nos hayamos dado cuenta de que es muy importante, para la continuidad del proyecto, que los que están aquí puedan disfrutar de cierta comodidad y privacidad para recargar pilas y reponer fuerzas. La dificultad de crear un núcleo estable deriva precisamente de esa falta de privacidad y comodidad material mínima.
Así que las pocas semanas que quedan de agosto serán reflexivas, tranquilas y cargadas de trabajo antes de que llegue el frío. Habrá que priorizar algunas cosas sobre otras para que podamos cada día más tener un lugar estable, agradable, cálido, donde poder imaginar juntos la construcción del nuevo mundo. De momento hemos conseguido varios hitos: no pagamos hipoteca, no pagamos alquileres, no pagamos luz ni agua y estamos trabajando duramente para que en un tiempo no muy lejano podamos disponer de la mayor autosuficiencia alimentaria. Esas bases de libertad y emancipación material harán posible que nuestra predisposición a trabajar sobre nuestra psique colectiva y sobre el espíritu de los tiempos sea mayor. Cuando materialmente esté todo ordenado, nuestra labor será dedicar el mayor tiempo posible a la construcción de un modelo material y espiritual que pueda servir de inspiración a todos los que deseen conocer este lugar. Ese es nuestro reto y esa es nuestra mayor motivación. Esperamos que así sea.