La terquedad es uno de los principios fundamentales para que cualquier cosa termine construyéndose. Más bien por terquedad y cabezonería, cinco años después, hemos logrado completar el tejado de la casa de acogida. Un tejado enorme, gigante, inabarcable, infinito, con más de cinco siglos de antigüedad que hoy por fin hemos terminado. Ha sido tan pesada la carga y el trabajo y los recursos necesarios para completarlo que lo hemos tenido que hacer en cuatro fases durante cinco años. La última ha sido la más pesada de todas, la más arriesgada y peligrosa porque nos decidimos a hacerlo nosotros mismos, y en unas condiciones prácticamente inhumanas, de frío extremo, a veces lluvia, nieve, viento en esa lucha constante contra todos los elementos. Tres meses muy duros que ha minado más de un ánimo.
Pero la constancia ha merecido la pena. Levantar de la nada una ruina de más de setecientos metros de piedra, prácticamente sin recursos y construida entre todos gracias al principio del apoyo mutuo y la cooperación, de la fe y la esperanza, ha sido todo un hito. El tejado no ha quedado perfecto, se nota que se ha ido haciendo poco a poco, en fases. Como la propia historia de la casa, que empezó a construirse en el siglo XVI y fue ampliándose a medida que iban pasando las centurias. Esos procesos se ven en sus paredes y se nota en toda la construcción irregular. Debe ser la idiosincrasia del propio edificio, una casa grande, gigantesca en muchos sentidos, que crece de forma orgánica a lo largo de los tiempos, las generaciones, las necesidades…
Ahora por dentro nos sentimos satisfechos porque podremos dedicar los recursos que vayan llegando a embellecer el lugar, a llenarlo de armonía, belleza y calor. Ahora por fin podremos encender el fuego sin que se escape nada. Ahora por fin podremos seguir adelante con la seguridad de que el tejado no se nos caerá encima. Antes para nosotros esa idea era angustiosa, y creemos que no pasó nada de puro milagro. Ahora nos sentimos totalmente liberados, felices, observando la vida con mayor paz.
También con muchas ganas, a pesar del extremo cansancio de estos últimos días, de ponernos con los siguientes retos. Falta mucho, y nos hemos dado cuenta estos días, para que la casa sea realmente un lugar acogedor, pero estamos convencidos de que poco a poco lo vamos a conseguir. Es cuestión de que la terquedad se vuelva sabia y prosiga con la batuta de la generosidad apostando por un mundo mejor. Entre todos se puede construir el nuevo mundo. Eso ya es un hecho y una realidad, y esta casa es un ejemplo de piedra viva, un portal viviente de la nueva buena.
Estamos felices y satisfechos pensando en los próximos retos. Las fiestas de Navidad están ya próximas y aún queda mucho por hacer… La cocina, el salón, arreglar las habitaciones que han estado inundadas durante estos tres largos meses de intensas lluvias… Poco a poco… El calor del hogar está cada vez más cerca…
Solo nos quedan palabras de infinito agradecimiento para todos los que han contribuido, ya fuera con recursos, tiempo, esfuerzo o trabajo, en que este milagro se produjera… Gracias, gracias, gracias infinitas a todos…
GRACIAS POR TU APOYO. GRACIAS POR HACERLO POSIBLE…
3 Comments
Bravo! Enhorabuena! Viva la terquedad! 😘❤️🙏
Si. Vivaa!
Y revivan los q construyen tejados infinitos porque verán la luz del prójimo y sentirán el calor del hogar verdadero.
Seamos tercos y sigamos construyendo más «tejados» imposibles. ☺
Me alegro un montón. Gracias por vuestro esfuerzo, trabajo y constancia.
Espero poder colaborar pronto con vosotros también con mi trabajo.
Gracias y adelante