Peter Caddy fue uno de los fundadores de la comunidad de Findhorn. De joven había leído los libros de Madame Blavatsky, Alice Bailey y Max Heindel. Se hizo rosacruz, teósofo y masón. “En el momento oportuno”, sus memorias, contaba que la clave para cualquier tipo de éxito y liderazgo no consistía tanto en tener una excelente inteligencia y eficiencia, sino en la habilidad para inspirar amor y lealtad. La importancia de demostrar y vivir mediante la experiencia es lo que nos dota de cierto sentido. Hablar, predicar y decir cosas bonitas con cierta inteligencia puede estar bien, pero lo verdadero nace de un amor sincero y una lealtad a prueba, capaz de ser próxima y cercana a todo aquello que dices, piensas, sientes y haces. Lo que haces por amor y lealtad a ti mismo y a los demás, en consecuencia, es lo que valdrá de faro y de luz al mundo.
Releíamos con cierta añoranza estas palabras que escribimos hace unos años desde la bahía de Findhorn, en el norte de Escocia, y nos dábamos cuenta de que aquella lectura nos caló en aquel momento y en los siguientes. Amor y lealtad a un sueño que está brotando desde lo más hondo, enfrentándonos una y otra vez a la parte más delicada de la vida humana y aprendiendo a conocer y reconocer nuestras sombras, nuestras debilidades, pero también nuestras fortalezas y momentos álgidos.
Nos fijamos en lo que nos rodea y nos sentimos afortunados. No queremos arrastrar la sensación de que nos hemos aislado del mundo para disfrutar de un retiro dorado en plena naturaleza. Interiormente sentimos que nunca como hasta ahora habíamos estado tan en contacto con el mundo, sobre todo con ese otro mundo que algunos llaman el mundo real, el mundo del espíritu, el universo del alma. Al estar perdidos en este bosque podemos conectar con más frecuencia y anhelo hacia esos lugares invisibles, podemos saborear con más delicadeza cada color, cada árbol, cada hoja que nace. Ahora mismo podemos mirar el sendero que viene de las montañas y nos parece un paraje increíble, único, especial. Aquí, de forma humilde, nace una buena plataforma para poder inspirar amor y lealtad.
Esta mañana empezábamos entre un puñado de buenas personas una tarea que llevaba tres años esperando. Rejuntar las paredes, o mejor dicho, rejuntar, piedra a piedra, todos los infinitos rincones de cada pared para que conseguir un mayor aislamiento en la casa de pizarra. Hay miles y miles de piedras unas sobre otras. La construcción es una obra de arte digna de análisis. Y durante estos próximos días vamos a trabajar en ellas, limpiándolas una a una, en silencio, pero juntos, primero en una habitación, luego otra y otra hasta poder alcanzar toda la casa. Quizás esta tarea nos lleve uno o dos años de trabajo, pero esto no nos desespera. No sentimos una sensación de ahogo o asfixia por la dilatación del tiempo. Realmente no importa mucho lo que aquí hagamos, si no más bien todo aquello que podamos inspirar mientras lo hacemos. Nuestro pequeño faro alumbrará más al mundo si somos capaces de sostener la llama, de alzarla con valentía y tesón hacia arriba para que otros puedan llevarse un trozo de calor. Es eso, y no otra cosa, lo que nos dotará de fuerza para seguir adelante. Las paredes esperan, las piedras siguen, después de siglos, sosteniendo el edificio. Nosotros tan sólo cumpliremos una pequeña parte en la restauración de un mundo mejor. Seremos partícipes vivos en la edificación del edificio humano.
Pd.- Gracias por ayudarnos en la construcción del edificio. Con un euro al mes hacemos milagros. https://www.teaming.net/proyectoocouso
Foto: Monasterio de Samos visto desde el Camino de Santiago.