El ver como los círculos de consciencia se amplían de personas venidas de todas partes nos hace pensar ya en el próximo verano y en todas las necesidades que tendremos que cubrir para que cada día sea más cómoda la acogida. Es una hermosa emoción la que nos recorre todos los días al ver como tantas almas inquietas se acercan a nosotros para compartir buenos momentos únicos e irrepetibles.
Aquí realmente se trata de eso, de acoger almas peregrinas con algún anhelo, con alguna esperanza, con alguna duda, con algún compartir. A veces se acercan personas con necesidad de cosas profundas. Buscan en uno y otro alguna teoría cosmogónica que sacie su sed de búsqueda. Hay otros que vienen a ofrecerla y nos preguntan una y otra vez porqué no participamos de esta u otra creencia. Los miramos amables y amorosamente y escuchamos atentos sus teorías sobre los maestros ascendidos, sobre las jerarquías, sobre la luz o sobre cualquier otro tipo de sistema ideológico o de creencias. Nosotros insistimos en buscar la divinidad o cualquier otro aspecto psicológico o espiritual desde la vida ordinaria, desde el compartir y el respeto hacia todas las formas visibles e invisibles.
La explicación viene motivada por la apertura que queremos dar a la acogida. No podemos enseñar desde tal o cual perspectiva porque no todos pensamos igual, ni creemos igual, ni tenemos una relación con lo íntimo y absoluto de la misma forma. Por lo tanto, ¿qué importancia tienen los sistemas de creencias? Para nosotros es más importante una recta conducta acorde con cada creencia, una recta relación humana, una aproximación a las virtudes universales y a los valores que deben gobernarnos, una ética que nazca de un correcto uso de la palabra, el pensamiento, la emoción y la acción. Más allá de todo eso debe existir un silencio acorde con la responsabilidad que otorga el mayor o menor grado de conocimiento, el mayor o menor grado de compromiso con la naturaleza, con el entorno y con los seres sintientes.
Esta mañana nos reprochaban que ese silencio podía ser una actitud cretina. Que debíamos expresar abiertamente el conocimiento, la creencia, la subjetiva verdad. Atendimos el comentario con amor y nos refugiamos de nuevo en el silencio y la sonrisa. Es cierto que aquí escuchamos atentamente todo lo que los demás quieran expresar. Aprovechamos cada instante para aprender de los otros. Pero lo hacemos sin imposiciones, sin dogmas, sin dioses, sin maestros, sin gurús. Nuestra única referencia posible y la única medida a la que nos debemos es el propio ser humano. Ahí valen los abrazos, el respeto, la mirada, el cariño, la comprensión, la sinceridad, el amor, la calidez, la inteligencia, el buen humor.
Hay suficiente trabajo interior y exterior. No necesitamos más. Nos esforzamos en pulir nuestra piedra pacientemente, con el otro, con la naturaleza, amando los animales, las plantas, cada piedra, alzando la mirada hacia el cosmos, hacia el mundo entero. Pero desde el respeto y la libertad más absoluta. Quizás eso sea lo que provoca que todos los que vienen se van cargados de amor y cariño, que todos de alguna forma quieran volver a esta su casa. Un lugar donde cada cual puede expresarse y donde cada cual puede albergar dentro de sí la esperanza en un mundo nuevo.
El proyecto está en marcha. Es imparable. Nuevas almas vendrán y a todos los acogeremos con una sonrisa, un abrazo y una respuesta libre a todas sus necesidades. Que cada uno deje lo que pueda y coja lo que necesite. Sin más.