Una semana tranquila

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Una semana suave y tranquila, llena de gente bonita que colabora, que sonríe, que resulta agradable en el trato, que se les quiere sólo con verlos. Realmente muchas veces, cuando hay uno o dos que hacen ruido, juzgamos al grupo en general y somos un poco injustos. Ayer hacíamos repaso y realmente no han sido tantas las personas que han distorsionado el proyecto. Sólo unas pocas, pero descubrimos como ese poder residual puede hacer sombra y minar las fuerzas y los ánimos. Quizás en el mundo ocurra lo mismo, sólo son dos o tres los que hacen ruido y el mundo está lleno de gente buena, pero silenciosa, que trabaja en sus cosas y que en el fondo sólo desea paz, cariño y amor.
Ayer hicimos un círculo de sabiduría sobre masonería. Fue divertido ver como aquello que no conocemos siempre nos causa cierto temor. También es hermoso ver como desde el egregor se van disipando las dudas y se alienta la curiosidad por otras formas de entender y vivir la vida. Siempre hay un halo de misterio sobre todo aquello que ignoramos, pero siempre debemos fijar la atención en el mayor de los misterios, la propia vida, el universo que la acoge y nosotros, seres con autoconsciencia que se interrogan una y otra vez por todo. Este año los círculos de sabiduría están disfrutando de cierto éxito y el año que viene le dedicaremos más atención para que sigan siendo productivos y profundos.
Hoy han llegado personas desde Taiwán y Portugal que se unen a los que ya están o han pasado en estos días, esta vez de múltiples nacionalidades como Italia, Croacia, Bélgica, México, Alemania, Brasil, Holanda, Suecia y de múltiples lugares de la península que vienen y se van como gotas de agua que se unen a un océano de cariño y compartir y luego van a un cielo y a otra tierra diferente para seguir navegando por esos lugares de ensueño.
A veces dan ganas de acompañarlos a todos en sus periplos. Hay personas que vienen con sus dudas existenciales y se lanzan a los caminos sin saber muy bien donde terminarán. Esta semana ha venido un grupo que se conoció en un voluntariado en Taizé, la comunidad ecuménica conocida por sus canciones que se han extendido por todo el mundo desde la Francia meridional. Cuando agradecemos la comida estos días lo hacemos con sus cantos con forma de mantras que nos llegan al corazón e iluminan el alma peregrina. Hay tantas formas de compartir, desde una canción, un caminar juntos o una tertulia sobre cualquier cosa. Es hermoso poder unir nuestras manos y sabernos parte de una sola humanidad, de un solo sentir que se multiplica con el contagio de la mirada, con la sonrisa, con el humor, con la alegría por vivir una vida en comunidad.
Nos sentimos agradecidos por todas esas personas que nos acompañan todos los días. A veces más, a veces menos, pero que siguen el halo de convertir este lugar hermoso en un punto de encuentro, de armonía, de cariño. Sigamos construyendo ese nuevo mundo desde la sencillez, el contacto y el amor.
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